domingo, 11 de enero de 2009

Problemas sociales y sistemas monetarios


Con toda evidencia, hoy día existen una serie muy grande de graves y extendidos problemas sociales, tales como el desempleo, la pobreza y la indigencia, la fractura social o segregación social, el alcoholismo y la drogadicción, la violencia familiar y callejera, la desigual distribución de recursos y de oportunidades, la muy despareja capacitación laboral que inevitablemente repercute sobre los ingresos de las familias, las variadas inequidades en cuanto al acceso a los servicios de salud, las injustas desigualdades en cuanto a cultura y a educación, la degradación del medio ambiente con sus secuelas en cuanto a calidad de vida y a problemas sanitarios, etcétera, etcétera, etcétera.

Y por tanto, de tener acceso a recursos abundantes, y de poder formular adecuados y eficientes planes operativos, sin lugar a dudas algunos de esos problemas podrían reducirse significativamente. Por ejemplo, de poder tener presupuestos mucho más generosos para la educación, a nivel general seguramente lograríamos mejorar el nivel cultural y la capacitación laboral, con lo cual a la corta o a la larga también mejoraríamos el nivel de ingresos de las familias.

Pero obsérvese que en base a lo recién afirmado, bien podría pensarse entonces que la falencia o la dificultad principal radicaría en no tener acceso a un financiamiento adecuado, seguro, y regular, así como en no tener o no poder aplicar estrategias sociales convenientes, para así poder efectuar un ataque frontal a algunas o a todas las importantes problemáticas antes enumeradas.

Con toda evidencia, la idea central emanada de esta presentación y de este razonamiento, obviamente es un tanto simplista e ingenua, y exageradamente idealista y utópica. El quid de esta cuestión, no está centrado exclusivamente en ausencia de voluntad política para otorgar los financiamientos adecuados, o eventualmente en ausencia de un decidido apoyo de la población para mejorar problemáticas sociales como las indicadas, sino que este asunto tiene raíces bastante más profundas y complejas.

Los recursos humanos y materiales por cierto son limitados, y un adecuado y conveniente financiamiento de programas sociales (léase: y una adecuada reserva de recursos para bien atender urgencias sociales y medioambientales) no podrá ser obtenida únicamente con una más adecuada distribución de recursos en el seno del tejido social, acompañada con una mejor sensibilización general en cuanto a los sentimientos de solidaridad con el prójimo y con las futuras generaciones; seguramente también será necesaria una mejor administración y una mejor logística a nivel general, para así o de alguna otra forma obtener recursos adicionales para poder aplicarlos a los planes sociales. Mejor administración y gestión, mejor logística socio­productiva, menores despilfarros e ilegalidades, son las premisas que están pidiendo aumentar la eficiencia y disminuir los desvíos a muy diferentes niveles y en grados importantes, para así permitir la liberación de importantísimos recursos que a su vez permitan mejor atender las necesidades sociales así como otras importantes cuestiones para la comunidad mundial, como por ejemplo un mayor respeto al medio ambiente y a la naturaleza (una mejor gestión del medio ambiente y de la naturaleza y de la biodiversidad, para así posibilitar un desarrollo más sustentable).

Y así, con esta idea, evidentemente no estamos afirmando algo muy novedoso y original, como bien podrá pensar el lector que sepa historia. La revolución industrial iniciada en el siglo XVIII, obviamente no hubiera sido posible, sin la importante acumulación y generación de recursos que tuvo su origen en las explotaciones feudales, donde los cambios tecnológicos y logísticos (entre ellos el cercamiento de los campos y un más inteligente relacionamiento entre señores feudales y siervos) sin duda fueron los que permitieron un mucho mejor rendimiento productivo a la par que liberalizaron mano de obra, a la par que liberalizaron importantes recursos humanos que debían encontrar empleo en otra parte, que debían encontrar ingresos y sustento en otras actividades.

Pero si la corrupción administrativa y política continúa en los niveles actuales, tal vez poca cosa a nivel general podrá obtenerse hoy día en cuanto a mejoras sociales, pues los avances que en algún sentido se consigan, serán en buena medida compensados por esa sangría importante y permanente derivada de las coimas, del tráfico de influencias, y de los contratos arreglados (lo que de una u otra forma es predatorio, lo que de una u otra forma no solamente desvía recursos sino que además provoca exageradas ineficiencias y despilfarros).

Pero si el narcotráfico continúa en los niveles actuales, tal vez poca cosa a nivel general podrá obtenerse hoy día en cuanto a mejoras en la atención médica, pues los avances que en algún sentido se consigan, serán en buena medida o en alguna medida compensados por esa sangría importante y permanente derivada del tratamiento de las adicciones así como de ciertas consecuencias asociadas a ellas, como lo son por ejemplo las infecciones por VIH-Sida, y como también lo son por ejemplo la violencia y la rapiña con origen en la desesperación de los adictos.

Y algo muy similar también podría afirmarse, si el tráfico de armas continúa sus operaciones como en el presente, o si nada se hace por abatir la especulación de pequeña escala así como los espectaculares desfalcos y las grandes crisis especulativo-financieras, o si los robos y las rapiñas continúan su curva ascendente, o si el contrabando continúa en auge así restando aranceles aduaneros a los distintos Estados, o si continúa el irracional modo productivo actual que se desarrolla con poco respeto al medio ambiente, etcétera, etcétera.

Y también algo similar podría decirse respecto de algunas otras de las problemáticas sociales o de las falencias que antes fueron enumeradas.

Es completamente ilusorio querer tapar algunos agujeros para que así entre menos agua al casco, en la medida que existan importantes hendiduras en el mismo por las que el agua penetra a borbotones.

¿Cómo mejorar este estado de cosas? Bueno, en líneas generales pensamos que primero es necesario poner orden en la casa, que primero es necesario mejorar el ordenamiento social.

El completo abandono del dinero signo y del dinero fiduciario a favor del uso exclusivo del dinero escritural y telemático podría ser un gran adelanto.

En efecto, con el dinero telemático cada agente económico (persona física, empresa, institución) podría llegar a tener un mejor control sobre sus recursos dinerarios, pues su disponibilidad total estaría claramente establecida a través del saldo de su respectiva cuenta dineraria, en donde además estarían detalladas todas sus transacciones, por pequeñas y cotidianas que ellas fueren. Además, este sistema se presta de maravilla para su tratamiento a través de la telemática, a través de la computación y a través de extendidas redes digitales de comunicaciones. Pero por otra parte, adosando conveniente información extracontable a los movimientos en estas cuentas, los titulares podrían tener un mucho mejor seguimiento y control sobre sus gastos y sobre sus inversiones y sobre sus ahorros.

Pero además y a nivel general, el propio Estado (léase: el propio controlador de este avanzado sistema financiero) también reforzaría sus posibilidades de evaluación y de control. En efecto, a través de la recién mencionada información extracontable y a través de los registros en esas cuentas dinerarias personales, sería posible hacer un mejor seguimiento de las diferentes cadenas de pago, lo que precisamente permitiría una mejor detección de las actividades ilegales (puesto que cada transacción estaría mucho mejor documentada, y puesto que todas las transacciones estarían obligadamente documentadas). Incluso en este contexto sería posible la recaudación fiscal casi totalmente automatizada, lo que por cierto representaría una ventaja enorme; burocracia pública en baja, morosidad fiscal en baja, evasión fiscal en baja, y también gerenciamiento simplificado para ambas partes, y también gerenciamiento simplificado tanto para contribuyentes como para los organismos de recaudación fiscal y de control fiscal.

Pero además, hay otro importante elemento que se escapa a un completo y total control estatal, y es la creación de dinero bancario, actividad que como se sabe hoy día es realizada por entidades privadas, puesto que en muchos países se admite la existencia de instituciones bancarias privadas.

En efecto, véase que cuando se usaba exclusivamente dinero de pleno contenido, tal vez el Estado o quien cumpliera esta función, podía darse el lujo de permitir la acuñación monetaria tanto a otros Estados como incluso eventualmente a entidades privadas, y si las estructuras de gobierno incursionaron en esta actividad de creación de dinero con valor intrínseco, fundamentalmente fue por razones de prestigio (como en el caso por ejemplo del imperio romano allá en la antigüedad clásica).

Pero como se sabe, desde el milenio –I a la fecha las cosas evolucionaron. Del dinero de pleno contenido luego se pasó al dinero con señoreaje, y luego al dinero signo, al dinero convertible, y en muchos casos los Estados dejaron la emisión monetaria en manos de entidades privadas, hasta que finalmente se tomó conciencia de la importancia de esta cuestión, y entonces los Estados monopolizaron completamente la creación monetaria a través de acuñaciones y de emisiones, las que hoy día ciertamente se encuentran concentradas en los llamados Bancos Centrales o Reservas Federales.

Sin embargo, hoy día los bancos comerciales continúan creando dinero a través de lo que se llama dinero bancario o dinero crédito o dinero escritural, y ello es permitido y tolerado por los Gobiernos probablemente porque aún no se ha tomado real conciencia de la importancia estratégica de esta cuestión.

Muy probablemente, cuando los Bancos Centrales dejen de utilizar el dinero fiduciario actual para a nivel general usar exclusivamente el dinero telemático y escritural, tal vez recién ahí se tomará real conciencia de la importancia de esta cuestión, y tal vez recién en ese momento el Estado se decida a también monopolizar buena parte de la actividad financiera.

En ese futuro y probable escenario, los bancos comerciales no tendrían porqué desaparecer, pues podrían quedar dentro de la intermediación financiera, pero con posibilidad de únicamente prestar los dineros que los particulares le confiaran, y sin posibilidades de aplicar ningún procedimiento de creación dineraria tal como lo hacen hoy día (o sea imponiendo que las instituciones bancarias tengan una cobertura integral de sus depósitos a la vista, y también imponiendo una cobertura que a lo sumo sea uno a uno entre sus préstamos y sus depósitos a plazo fijo).

En lo personal y en ese hipotético escenario, pensamos que incluso el rol del Estado de ser prestamista de última instancia o de último recurso del sistema bancario también podría ser revisado y suprimido. En efecto, ese juego tan característico del sistema bancario que recibe depósitos de corto plazo y que da préstamos de más largo plazo, por cierto también podría estar sujeto a revisión, y en lugar de que el Estado fuera el garante ante situaciones de emergencia derivadas de esta operativa, bien podrían ser los propios depositantes quienes cumplieran ese rol.

La actual organización económica ultraliberal está destruyendo las posibilidades de poder vivir en un mundo mejor, más justo, más solidario, más equitativo, más ecosustentable, pero lo que en el modelo actual está rotundamente equivocado, no es la gran libertad de emprendimientos en la base, y no es la propiedad privada de los medios de producción y la libertad de empresa, sino en nuestra opinión es la absurda ingeniería financiera que es aplicada.

El sistema bancario y los procedimientos de creación dineraria son los grandes responsables de los desequilibrios sociales y de las crisis financieras recurrentes, ya que con sus variados malabarismos operativos oscurecen la comprensión sobre las cuestiones económicas, y generalmente permite a los banqueros quedarse con la parte del león, es decir, permite que los banqueros actúen según sus propios intereses y sin pensar para nada en el interés general, obteniendo así beneficios demasiado importantes que no están acordes con sus efectivos aportes y con sus riesgos.

Son los banqueros y las instituciones bancarias quienes deben estar sentados en el banquillo de los acusados, y no el sistema capitalista en su conjunto. Es la actual versión del sistema productivo-financiero capitalista la que debe ser criticada, y dentro de ella principalmente se debe enjuiciar al sector bancario y a los procedimientos de creación dineraria, pues ellos sin duda son los que deterioran la calidad social de nuestra estructura de convivencia, y no tanto el propio sistema capitalista de producción y de asignación de recursos.

En efecto, dentro del actual sistema capitalista de producción y consumo, no está mal que cada cual vele por sus propios intereses y que cada cual tenga iniciativa de emprendimiento, pues ello es lo que dinamiza la actividad económico-productiva, permitiendo una alta tasa de innovaciones y una importante mejora en los rendimientos. Claro, aquellos agentes económicos que así obtengan beneficios sumamente importantes, bien podrían compartir su bonanza con la sociedad toda, pero no a través de iniciativas caritativas-personales-discrecionales, sino a través de una correcta aplicación de un buen sistema impositivo, que fuera justo, que no desalentara ni la inversión ni la constante búsqueda de mejor rentabilidad, que tampoco permitiera ni la morosidad fiscal ni la elusión fiscal, que desalentara el deterioro del medio ambiente como consecuencia de las actividades productivas y de consumo, pero que también así permitiera la obtención de recursos (vía ingresos fiscales) para destinarlos a programas sociales y al funcionamiento del propio Estado.

Bien, pero la actividad de la creación dineraria no debe estar sujeta a este esquema liberal, sino que debe quedar reservada exclusivamente a la órbita estatal cualquiera sean sus formas operativas, o sea tanto cuando hay creación dineraria a través de emisión fiduciaria, como cuando hay creación dineraria a través del llamado dinero­crédito o dinero­escritural.

Para que en un determinado espacio económico exista estabilidad económico-financiera, es decir para que allí no existan importantes efectos inflacionarios o deflacionarios, y/o para que allí desequilibrios de otro tipo no existan o sean más reducidos, conviene que la masa monetaria se encuentre muy ligada a los niveles del comercio, de la producción, y del consumo. Ahora bien, si la población crece en ese espacio social (con lo que concomitantemente también deberán crecer al menos las necesidades básicas) y/o si allí la actividad económica aumenta, obligadamente la masa monetaria también deberá aumentar en una proporción acorde, pues si lo hiciera en una proporción exagerada ello seguramente provocaría inflación de precios, y si por el contrario lo hiciera en menor proporción que la necesaria, ello en mayor o menor grado dificultaría la propia actividad económica, tendiéndose entonces a restablecer el equilibrio a través de reducción de precios y/o a través de menores niveles de consumo, lo que ciertamente repercutiría negativamente en el corto plazo afectando la actividad económica a la baja.

Muy bien, pero este razonamiento y esta observación son aplicables tanto a nivel nacional como a nivel del propio intercambio internacional. En una primera instancia pensemos pues en los mecanismos monetarios que sería conveniente implantar a nivel internacional, obviamente utilizando para ello una verdadera moneda internacional, una verdadera moneda mundial, especie dineraria que ciertamente concebimos que sea de tipo escritural, y que como en otros de nuestros trabajos aquí llamaremos bancor telemático o bancor digital o bancor virtual.

Concebimos pues que debiéramos tener una serie de cuentas dinerarias, una para cada Estado o una para cada zona monetaria, a las que por conveniencias de presentación de ahora en más llamaremos cuentas c-e. Además, obviamente también sería conveniente tener ciertas cuentas especiales, como por ejemplo una para la institución administradora de este nuevo sistema (cuenta c-a), otra para el operador de este nuevo sistema (cuentas c-b1 y c-b2), y otra para cada uno de los organismos internacionales (cuentas c-o). Por cierto, dentro de cada una de estas cuentas dinerarias, podrían ser definidas todas las subcuentas que pudieran ser de interés para cada titular (en esto no tendría por qué imponerse ninguna restricción especial, pues estas divisiones serían para un mejor manejo de cada titular).

El nuevo sistema financiero internacional estaría así constituido por este conjunto de cuentas dinerarias expresadas todas ellas en bancores telemáticos, expresadas todas ellas en bancores virtuales (cuentas c­e, cuentas c­o, cuenta c­a, y cuentas c­b1 y c­b2), así como por una especial ingeniería financiera y de registro.

Ahora bien, dentro de este esquema perfectamente podríamos por ejemplo pensar que la creación de dinero se efectuara por sobregiros de la cuenta c-a. Ciertamente en lo personal no es lo que nos parece más conveniente para regular los intercambios internacionales. En este caso lo más adecuado parecería ser ligar la creación monetaria a la propia actividad económico-comercial internacional. Y así, la masa monetaria se aumentaría y se reduciría según se fueren desarrollando las distintas transacciones.

En efecto, una exportación de mercaderías sin duda es una inyección de recursos no dinerarios en la circulación internacional, y por tanto debería generar un crédito expresado en bancores telemáticos, y allí estaría el dinero telemático creado y cedido como contrapartida de los recursos mercantiles traspasados, monto que sería acreditado en la correspondiente cuenta c-e del área de exportación. En este nuevo sistema monetario internacional, la contrapartida dineraria de ese crédito sería una deuda de igual monto de bancores digitales imputada en la cuenta c-e del área monetaria que recibe los recursos mercantiles traspasados.

Muy bien, entonces: ¿cómo se cerraría el circuito al interior de las economías nacionales que en el caso planteado serían las que importan y exportan esas mercaderías? Pues muy sencillo, los bancores virtuales serían convertidos a la moneda escritural local, a la tasa de cambio fijada en cada localidad por la autoridad competente, y ese monto dinerario sería el que oportunamente se exigiría al importador, o el que se daría al exportador (según el caso). Por cierto, a ese monto dinerario exigido o proporcionado, correspondientemente se le aumentaría o se le deduciría (según el caso) los gastos administrativos y cambiarios que pudieran corresponder, así como los aranceles aduaneros a importaciones y exportaciones, y también los seguros y fletes internacionales, los gastos de despacho y tramitación, etcétera. Nótese que el despacho mercantil internacional que detallaría los valores materiales transferidos, perfectamente podría ser un documento contable digital, que quedaría asociado a todas las cuentas dinerarias involucradas en esta operación, tanto a las cuentas escriturales en el nivel internacional, como a las cuentas escriturales locales. Este documento electrónico que aquí hemos llamado despacho, actuaría así como documentación de la transacción y también como orden de traspaso monetario, y por este lado es que se lograría un mucho mejor ordenamiento del espacio económico. Precisamente la separación tácita entre facturas y recibos de pago, de sus correspondientes transferencias dinerarias, sin duda es lo que desorganiza el espacio económico, y lo que permite todo tipo de ilícitos, de mentiras, de ocultamientos, y de abusos.

En relación a otras transferencias internacionales, como ser transferencias de servicios, transferencias de capitales, transferencias de ayudas familiares, donaciones, transferencias dinerarias para gastos de estadía y gastos varios fuera de la localidad (léase: turismo foráneo), etcétera, todas ellas podrían implementarse de una manera similar a la indicada, y también utilizando documentos contables digitales tales como despachos de servicios, despachos de capitales, despachos de ayudas familiares, despachos para pagos foráneos, etcétera.

Muy bien, pero veamos ahora un poco más de cerca la operativa financiera a aplicar para cada uno de estos despachos digitales internacionales, que documentan las transferencias internacionales de recursos dinerarios en contracorriente al flujo de recursos no dinerarios. Bueno, ciertamente las posibilidades son muchas, tanto en cuanto a las tasas administrativas a ser aplicadas como en relación a otros elementos.

Personalmente nos inclinamos a proponer que exista una tasa administrativa única y muy baja aplicable al monto total de cada despacho, y que esos fondos se vayan acumulando en bancores virtuales en la cuenta c-b2, con destino a cubrir determinados gastos operativos.

Por otra parte y como a través de toda la operativa de intercambio algunas de las cuentas c-e podrían estar sobregiradas, lo lógico sería imponer topes de sobregiro a todas las cuentas c-e. Dichos topes surgirían de un acuerdo internacional, y lo lógico sería que fueran calculados a través de una fórmula paramétrica en base al PBI del país en cuestión, y también teniendo en cuenta otros indicadores, como por ejemplo última balanza comercial anual, última balanza anual de pagos, monto de exportaciones en el último año, etcétera. Estos topes en ningún caso podrían ser rebasados, y en caso que un país se acercara peligrosamente a este límite, ello sería motivo para un análisis detallado de esta situación (por ejemplo por parte del FMI); fruto de este análisis se acordarían las soluciones a adoptar, ayuda especial, préstamo, condicionamientos varios, etcétera.

Lógico es imaginar que las cuentas c-a, cb1, c-b2, y c-o, correspondientes ellas a los organismos internacionales y al organismo regulador, deberían tener todas ellas topes de sobregiro nulo, para así obligar a estas instituciones a trabajar únicamente con recursos genuinos. Por cierto, los organismos internacionales serían financiados por los países miembros, en base a una cuota anual de membresía que se acumularía en la respectiva cuenta c-o, y con la única novedad que el pago de esta anualidad sería de débito automático, a deducir de la respectiva cuenta del país involucrado. Los organismos internacionales podrían movilizar estos fondos a través de un despacho de capitales, dirigiendo oportunamente los montos deseados a los países donde fueran requeridos en base al mejor cumplimiento de sus respectivos fines específicos.

Obsérvese que de acuerdo a este esquema, los países que exportan y/o que reciben capitales en tales niveles que hacen que su respectiva cuenta c-e tenga un saldo positivo al finalizar el período contable, serían sin duda los que de hecho financiarían a los otros países que tienen su respectiva cuenta c-e en rojo al fin del período contable. Sin embargo, no sería lógico proponer un interés compensatorio que fluya desde las cuentas c-e en rojo a las cuentas c-e en negro, por la sencilla razón que esos países con balanza de pagos supernumeraria podrían seguir comerciando sin ninguna restricción, y puesto que ellos de hecho ya están favorecidos suficientemente por tener saldo favorable de intercambio, y no es cuestión de favorecerlos aún más con un plus. Por lo tanto y a nivel del nuevo sistema monetario internacional aquí propuesto, los créditos internacionales (los préstamos internacionales) no generarían ningún tipo de interés compensatorio a transferir de las cuentas c-e en rojo a las cuentas c-e en negro. De todas formas, y una de las cosas que siempre se dice, es que lo que se desea es que los intercambios entre países sean equilibrados, es decir, que no haya una circulación de recursos tal que exageradamente acumule riquezas en ciertos países extrayendo o quitando las mismas de otros países. Dentro del esquema de cuentas dinerarias que aquí hemos planteado, esto equivaldría sin duda a que al término de un período contable todas las cuentas c-e se encontraran con valores positivos o negativos de escaso monto. Lo que propondremos por tanto al fin de cada período contable, es gravar a todas las cuentas c-e con una tasa de regulación, aplicable tanto a las cuentas deficitarias (con saldo negativo) como a las cuentas supernumerarias (con saldo positivo). El valor exacto de esta tasa o su respectiva escala, por cierto podría ser fijado según un determinado acuerdo internacional, y por ejemplo la escala de porcentajes aplicables podría ser respectivamente 2%, 3%, 4%, y 5%, en las franjas 0-1, 1-2, 2-3, más de 3, donde por ejemplo 3 correspondería al tope de sobregiro de ese país, o al PBI de ese país, o a un valor ligado con determinados indicadores. Estos aranceles de regulación fluirían por lo tanto desde todas las cuentas c-e hacia por ejemplo la cuenta aquí llamada c-b1. Los montos allí acumulados luego podrían revertirse hacia los países en dificultades transitorias, y especialmente hacia los países más pobres y con grupos poblacionales más vulnerables, a efectos de así complementar el accionar que otros organismos internacionales pudieran desplegar en relación a estas cuestiones.

Hemos aludido aquí a una tasa de regulación y a su respectivo procedimiento de cálculo. Correspondería pues aclarar cómo se calcularía la misma en el caso de otras cuentas diferentes de las aquí llamadas c-e. Pues nuestra propuesta en este aspecto es muy sencilla, la tasa de regulación sería siempre nula para esas otras cuentas, pues el hecho que un organismo internacional tenga muchos fondos o muy pocos fondos, no es algo que merezca ser ni premiado ni desestimulado.

Y ya para terminar con el detalle del propuesto nuevo sistema monetario internacional, correspondería explicar cuál sería el uso a dar a la cuenta c-a antes citada. Bien, esta cuenta está pensada para a través de ella aplicar un mecanismo de retardo en las transferencias dinerarias, el cual podría ser variable según los casos entre digamos treinta días y un año. Antes se explicó que se proponía regular y controlar las transferencias internacionales dinerarias y no dinerarias, a través de despachos internacionales (mercantil, de capital, de servicio, de ayuda familiar, etcétera). Muy bien, de estos documentos digitales surge una transferencia de bancores de una cuenta a otra, así como su contrapartida. Si la contrapartida es por ejemplo un contenedor de mercadería, la efectiva transferencia de la misma de un país a otro sin duda insumirá cierto tiempo, pues el transporte de carga aéreo o marítimo tiene esta característica, y además un tiempo adicional seguramente será requerido para que se puedan efectuar algunos controles de calidad, trámites de despacho, carga y descarga, verificaciones, etcétera. Como la transferencia de bancores de una cuenta a otra se haría por medios telemáticos, perfectamente ella podría ser instantánea. Lo que proponemos sin embargo es que esa transferencia dineraria no sea instantánea, para así mejor acompasar la efectiva transferencia dineraria con los tiempos de transporte y de trámite de los contenedores, así como con los tiempos y los controles que pudieran ser convenientes a las otras transferencias internacionales no dinerarias. Y esto podría hacerse operativo, imponiendo que toda transferencia dineraria entre cuentas se haga obligatoriamente pasando por la ya citada cuenta c-a. Así, el documento de despacho quedaría artificialmente inmovilizado cierto tiempo en esa cuenta dineraria en caso de tratarse de un despacho mercantil (retraso digamos por ejemplo de dos meses), y también en caso de tratarse de un despacho de capital (retraso digamos por ejemplo de ocho meses), etcétera, etcétera. Este retraso ciertamente se acumularía con el que cada Banco Central o Reserva Federal pudiera imponer a la entrada o salida de bancores hacia o desde su respectivo sistema financiero nacional (el cual podría ser por ejemplo de quince días si la contrapartida fuera contenedores, de dos meses si se tratara de un egreso de capital, de diez días si se tratara de un ingreso de capital, etcétera). Como podrá constatarse, con esta mecánica de retardo así como con la eventual aplicación de una tasa administrativa, podrían desestimularse los movimientos transfronterizos de capitales especulativos. En el caso del comercio mercantil, en el caso de inversiones de largo plazo, etcétera, el retraso artificialmente así provocado a través de este mecanismo, aunque el mismo fuera igual en todos los casos e igual por ejemplo a cinco meses o a seis meses, muy probablemente ello no sería visto como una barrera de excesiva consideración, cosa que al especulador tal vez sí lo afectaría de otra manera.

Muy bien, analicemos ahora si en esta imaginada economía internacional sería posible la ocurrencia de algún proceso inflacionario generalizado, como consecuencia directa de un determinado manejo operativo en ese nivel (léase: como consecuencia de la ingeniería financiera aplicada en ese nivel). Por cierto, nuestra respuesta es un rotundo: “No, afortunadamente no”.

En efecto, en una economía dineraria fiduciaria de tipo tradicional, efectivamente podemos imaginar que en un determinado momento podría hacerse una emisión exagerada de dinero, y que la misma se pone a circular porque hay un mayor endeudamiento del Estado, y/o porque aumentan las operaciones de crédito a las empresas y a las personas (léase: y/o porque hay un mayor endeudamiento de las personas físicas y jurídicas). Bien, en estas circunstancias quienes reciben esos dineros van a tener tendencia a utilizarlo, ya sea consumiendo, ya sea invirtiendo, ya sea prestando parte de sus reservas dinerarias. Y por lógica, si los niveles de producción y de consumo no se elevan de manera acorde, habrá muy probablemente demanda insatisfecha, y los precios tenderán a subir.

En el ámbito recién planteado de intercambio en el nivel internacional, las cosas ciertamente deberían discurrir por otros carriles.

En efecto, en primer lugar aquí los actores no están muy atomizados, aquí los actores no son ni personas ni empresas, sino que son Estados, son los Bancos Centrales de los distintos países. Y por tanto, aquellos actores que tuvieran cuentas c-e supernumerarias, lo que podrían eventualmente hacer es invertir sus excedentes en otros países, lo que implicaría deshacerse de bancores para obtener monedas foráneas. Muy bien, podemos imaginar entonces tres situaciones: (a) que esos recursos dinerarios queden como reserva en sus respectivas cuentas c-e; (b) que esos recursos dinerarios se dirijan a países donde se necesitan inversiones, y entonces esto sin duda será algo positivo, que contribuirá a una mayor actividad económica local sin producir excesivas presiones inflacionarias en ese ámbito, y que producirá beneficios en distintos niveles y para distintos actores; (c) que esos capitales se dirijan a países donde la actividad económica ya está cercana al óptimo, y entonces ello sí podría provocar localmente brotes inflacionarios, y lo lógico sería entonces esperar trabas o desestímulos al ingreso de estos recursos.

Por lo tanto y como resultado del análisis precedente, más bien sería dable esperar la ocurrencia de sanos y razonables equilibrios, cualesquiera fueren las circunstancias particulares que se presentaren.

Muy bien, quedaría ahora por detallar nuestra propuesta para los distintos sistemas monetarios nacionales, los que hasta ahora hemos mencionado solamente de refilón.

Personalmente concebimos un sistema monetario nacional también haciendo uso exclusivo de dinero escritural (una especie diferente para cada país o para cada región monetaria). Los distintos agentes económicos (personas físicas y jurídicas) tendrían todos ellos su respectiva cuenta dineraria c-p, las instituciones estatales tendrían todas ellas su respectiva cuenta dineraria c-i, el Banco Central tendría su cuenta c-bc, y los ingresos fiscales se deberían ir acumulando en una cuenta que podríamos llamar c-dgi. Por cierto, los recursos que se fueran acumulando en esta cuenta c-dgi, serían los que permitirían financiar el funcionamiento del Estado, y desde allí también se retirarían los subsidios que pudieran corresponder, así como los fondos para atender a los planes sociales vigentes y a otras distintas obligaciones estatales.

Dentro de este esquema, el Banco Central sería el único autorizado a la creación de moneda, así que la única cuenta con saldo negativo aquí sería c-bc, y el monto de esta cuenta sería (en valor absoluto) la masa monetaria en circulación.

Muy bien, el ingreso de bancores a este sistema financiero nacional como pago de una exportación o debido a un ingreso de capital, por cierto generaría moneda local, que sería entregada de inmediato o con un retardo al exportador o al representante local del inversor (registrando este ingreso en alguna cuenta c-p o c-i, y descontando de allí los aranceles aduaneros y la comisión por cambio de moneda que pudiera corresponder, montos estos últimos expresados en moneda local e inmediatamente transferidos a ciertas subcuentas c-dgi). El egreso de bancores para pagar una importación, o debido a repatriación de beneficios o a egreso de capital por cualquier otro concepto, debería generar por su parte transferencias en sentido contrario a las antes indicadas, así como destrucción de moneda local (materializada por un menor saldo negativo en la cuenta c-bc debido a una transferencia con este destino efectuada desde alguna cuenta c-p o c-i).

Por su parte y dentro de este sistema, las transferencias nacionales serían todas ellas documentadas con un documento electrónico similar al antes llamado despacho internacional. Lo importante sería no disociar ni contabilizar por separado dinero y contrapartidas, así como tampoco disociar y tratar por separado obligaciones emanadas todas ellas de una misma transacción original.

Así, una orden de pago de un salario también incluiría información conveniente sobre el respectivo contrato laboral y el período de tiempo trabajado, y el hecho que este salario llegue a la cuenta del trabajador, ya sería prueba suficiente de que se cumplió con esta obligación. Además, este acto seguramente es generador de otras obligaciones, como por ejemplo pago de impuestos sobre los salarios, pago de aportes sociales, etcétera, y la idea es que todas estas obligaciones sean generadas en cascada y cumplidas en forma automática, y no atomizadas y tratadas independientemente tal como se hace hoy día.

Por su parte, una orden de pago por una compraventa de contado también incluiría información detallada respecto de las mercaderías transferidas, y todo lo asociado con este acto debería ser cumplido de inmediato y aceptado por todas las partes, o protestado en plazos convenientes. Por este lado entonces, los impuestos a las compraventas también serían de recaudación automática y contemporánea con los hechos generadores.

Por su parte, los contratos de arrendamiento, los contratos laborales, los contratos por empréstitos bancarios, etcétera, todos ellos ciertamente serían generadores de cierta cantidad de pagos en determinadas fechas y con determinados montos, y esos pagos podrían incluir o no impuestos. Por tanto, la idea aquí también sería que todas las transferencias dinerarias asociadas con contratos, puedan todas ellas generarse y cumplirse automáticamente, por cierto dando posibilidad a las partes para protestar aquellos movimientos que no correspondieran o que debieran ser modificados en fecha y/o en monto.

Claro, hay ciertos detalles que tendrían que ser muy bien pensados, como por ejemplo cómo actuar cuando no existan fondos suficientes en las cuentas desde donde deban extraerse recursos dinerarios. Por cierto, las soluciones para estos casos particulares podrían ser variadas y ajustadas a las diferentes situaciones, activando las garantías que pudieran existir, cumpliendo adeudos emanados de contratos con cierto retraso, dando contratos por concluidos, permitiendo siempre compra de insumos básicos que en situaciones de emergencia serían atendidos desde fondos sociales especiales, etcétera, etcétera.

Obsérvese que en estadios avanzados de una economía telemática como la que aquí estamos analizando, también podría pensarse en dar un paso más en un sentido social, aplicando una reforzada ingeniería operativa que mejorara sustantivamente el funcionamiento general, y que así justificara decir que ya se habría pasado a una estructura económica nueva a la que podríamos llamar economía social o economía paternalista-social.

En efecto, véase que una vez aceptado en este contexto un determinado contrato por dos o más partes, perfectamente podría pensarse en una etapa previa o posterior de validación, en el cual se analice si ese contrato efectivamente podría ser cumplido por las partes. Esto en realidad no es especialmente innovador, ya que hoy día un arrendador por distintas vías trata de asegurarse que su eventual arrendatario pueda efectivamente cumplir con los arriendos, y si de ese análisis se desprenden demasiados peligros o demasiadas incertidumbres, sencillamente el contrato no llega a concretarse; algo similar por cierto también ocurre con los contratos de préstamo, ya que si quien solicita el mismo no tiene ingresos regulares suficientes, por lo general o bien el préstamo no llega a concretarse, o bien en adición se pide un refuerzo (se piden fiadores solidarios).

La novedad sobre la que aquí estamos llamando la atención, es que ese posible estudio de factibilidad en una futura economía telemática podría efectuarse de una manera muy cómoda y rápida, pues todos los datos de ingresos y egresos de una persona física o jurídica estarían todos ellos en línea, y porque los apremios de personas o familias en situación de riesgo también estarían muy bien documentados, y entonces, bien podrían tomarse decisiones a medida, para por un lado reducir incumplimientos contractuales (con lo cual se estaría mejorando el funcionamiento general de la economía), y para también poder graduar apoyos sociales más a medida y con mayor efectividad (con lo cual se podrían lograr mejores efectos sociales con menores recursos).

Hasta aquí hemos dado un panorama general de nuestras ideas sobre lo que hemos llamado economía telemática. Por cierto, no hemos incursionado en unos cuantos detalles. De todas formas, tampoco tenemos un interés especial en este momento por ser excesivamente detallista. Nuestro máximo esfuerzo aquí está concentrado en remarcar las innumerables posibles ventajas derivadas del uso del dinero telemático y escritural. Indudablemente los detalles operativos también tienen gran importancia e incidencia, pero estos aspectos bien podrían analizarse en su momento por convenientes grupos multidisciplinarios, y luego bien podrían revisarse periódicamente a la luz de la experiencia acumulada.

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